“Todo termina, pero lo que fue hermoso permanece”

¿Cuáles fueron, por tanto, los motivos que le impulsaron a seguir combatiendo por la libertad de la mujer en el doble papel de amante-esposa y artista-pintora? Sin lugar a dudas la amistad con la reina Isabel de Valois, el hueco de su infertilidad entregando sus cuidados y el corazón a las dos infantas, y en especial, el gran hallazgo que incorporó a sus retratos. El hecho de que en un futuro reconocieran la autoría de sus cuadros por la importancia que cobraban las manos de los retratados en los mismos, con la peculiaridad de encontrarse siempre los dedos abiertos, como si soportaran una tensión interior, en forma de V o W. Ese sería su signo, su sello personal e intransferible. Por eso, después de visitar a la amante oculta del rey en la Fresneda de El Escorial, Isabel Ossorio, a la que conoció en Italia, hecho que sirve de bisagra entre la primera novela La Parrilla invertida y Sofonisba Anguissola: Una pintora en la corte de Felipe II, y despedirse de ella escuchando de sus labios la bella frase “…pero lo que fue hermoso permanece”, acepta el matrimonio que le proponen los Reyes Don Felipe y Doña Ana y, habiendo cumplido con su misión de dejar un legado a la posteridad, se vuelve a su Italia para vivir, amar y morir en su patria y entre sus gentes.    
Quiero hacer un inciso en el análisis de la linealidad del argumento, para tratar un aspecto que destacan los verdaderos críticos literarios. Aspecto que se refiere a la importancia de las primeras frases de una novela, por ser el primer impacto que recibe el lector y quedar dichas frases memorizadas en la memoria individual y colectiva de los pueblos. Pues bien en Sofonisba Anguissola: Una pintora en la corte de Felipe II, se da el fenómeno en sentido contrario. La frase que se repite dos veces a lo largo de la obra, entre comillas, y que cierra novela, es la que conlleva el significado profundo de la misma y no sólo produce el impacto en el lector, sino que confiere el sello de continuidad en la Obra con mayúscula poética y narrativa de Mariano Rivera Cross: “Todo termina, pero lo que fue hermoso permanece”.  
La “Dama de negro” o “La pintora vestida de negro” que era y se llamaba a sí misma Sofonisba Anguissola, para preservarse de las engañosas fogosidades de los hombres, con más motivos si cabe de los españoles, y como símbolo de la muerte de la libertad de la mujer, reflejado simbólicamente en el cuadro “Partida de ajedrez” que luce en la contraportada de la novela, máscara o vestuario que se vio forzada a quitarse por primera y última vez para acudir a su primera boda, por orden del rey Felipe II que no toleraba que nadie ostentase el luto al que se había aferrado como identificación de penitencia y misticismo cristiano, de vuelta a su patria, en Italia conoció el verdadero amor, crió y adoptó al hijo del amante como si fuera suyo, cumpliendo con su deseada maternidad, y, como era de esperar, sin que fueran eventos fáciles de organizar y por tanto sin repetirse en la novela, porque las joyas se aprecian cuando se dejan ver poco, de nuevo el lector se deleitará con el contenido valiente, auténticos alegatos en pro de la libertad de la mujer, encerrados en sus “Querelles de Femmes”.    
Y cuando el lector ya conforme y satisfecho con el contenido de dichas tertulias de mujeres, después de saborear las minuciosas descripciones de la Génova de finales del siglo XVI y primeros años del XVII, se dispone a dar por terminada la lectura de la novela, encerrando en su corazón la esencia de “Sofonisba Anguissola: Una pintora en la corte de Felipe II”, Mariano Rivera, en una pirueta y una apuesta valiente, decide en las últimas páginas de la novela, cuando el personaje sobrepasa los noventa años y por natura le ronda la muerte, sacarnos del estado de melancolía y consternación con la mayor traca de la pirotecnia que aún brotaba del corazón de Sofonisba Anguissola. Por supuesto el autor de nuevo acude al arte de la pintura para hacernos sentir, sorprendidos, como la genial pintora cremonense –que ya lo había reflejado tímidamente en los autoretratos de juventud- entre tantas otras cosas, también es pionera y sienta las bases, nada más y nada menos, del impresionismo pictórico del siglo XIX.     
Soy una lectora de novela que aspira a tener más tiempo libre para dedicarlo a recrearse en la ficción literaria. Pero con todo estoy convencido que es una aventura maravillosa adentrarse por las páginas de esta novela, de la que sin duda os dejará una huella muy profunda en vuestras mentes y en vuestros corazones.
 
© María Teresa Escohotado Ibor    
Catedrático de Conservación del Patrimonio en la Universidad del País Vasco.